16 jun 2008

Calles






Él -porque no cabía duda sobre su sexo, aunque la moda de la época contribuyera a disfrazarlo- estaba acometiendo la cabeza de un moro que pendía de las vigas. La cabeza era del color de una vieja pelota de football, y más o menos de la misma forma, salvo por las mejillas hundidas y una hebra o dos de pelo seco y ordinario, como el pelo de un coco.

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