Si por milagro algunos siglos vinieran a agregarse a los pocos días que me quedan, volvería a hacer las mismas cosas y hasta incurriría en los mismos errores; frecuentaría los mismos Olimpos y los mismos Infiernos. Una comprobación semejante es un excelente argumento en favor de la utilidad de la muerte, pero al mismo tiempo me hace dudar de su total eficacia.
De la manera correcta de sentar a un asesino a la mesa
Si hay un asesinato planeado para la comida, entonces lo más decoroso es que el asesino tome asiento junto a aquel que será el objeto de su arte (y que se sitúe a la izquierda o a la derecha de esta persona dependerá del método del asesino), pues de esta forma no interrumpirá tanto la conversación si la realización de este hecho se limita a una zona pequeña. En verdad, la fama de Ambroglio Descarte, el principal asesino de mi señor Cesare Borgia, se debe en gran medida a su habilidad para realizar su tarea sin que lo advierta ninguno de los comensales y, menos aún, que sean importunados por sus acciones. Después de que el cadáver (y las manchas de sangre, de haberlas) haya sido retirado por los servidores, es costumbre que el asesino también se retire de la mesa, pues su presencia en ocasiones puede perturbar las digestiones de las personas que se encuentren sentadas a su lado, y en este punto un buen anfitrión tendrá siempre un nuevo invitado, quien habrá esperado fuera, dispuesto a sentarse a la mesa en este momento.
Fernando abrazó a Laura y ella no quiso mirar los ojos de su padre; a los muertos se les lloraba una sola vez y luego se trataba de hacer lo que ellos ya no pudieron. No se podría amar, escribir, luchar, pensar, trabajar, con el llanto nublándonos los ojos y la cabeza; el luto prolongado era una traición a la vida del muerto.
Debo hacer aquí una confesión que no he hecho a nadie: jamás tuve la sensación de pertenecer por completo a algún lugar, ni siquiera a mi Atenas bien amada, ni siquiera a Roma. Extranjero en todas partes, en ninguna me sentía especialmente aislado.
He oído decir que aquéllos que no hacen uso moderado del vino se tornan fatigados, temblorosos, pálidos, hediondos, con ojos legañosos, estériles, impotentes, olvidadizos, calvos y avejentados antes de tiempo. A juzgar por el aspecto de mi amigo Gaudio, todo esto es cierto. Leonardo da Vinci